Galería 1. Palacio de Cázulas.
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Galería 2. Sierra de Cázulas.
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Sierra de Cázulas.
Su situación en el contexto físico del Sistema Almijara.
Desde un punto de vista geológico la sierra de Cánulas y la costa granadina se define como una sucesión de mantos de corrimiento, conocida como Complejo Alpujárride, desplazados durante el plegamiento alpino. Es por ello que presenta una gran complejidad y superposición de materiales.
El clima.
Sanz de Galdeano y López Garrido: “Revisión de las unidades alpujárrides
de las sierras de Tejeda, Almijara y Guájares
A este respecto, la alternancia de materiales carbonatados (calizas y dolomías) y silíceos (esquistos, cuarcitas y filitas) ha resultado esencial para la conformación del relieve y de los suelos. Sobre los primeros, la acción erosiva, materializada por un complejo entramado de barrancos y ramblas, ha ido conformando un relieve agreste, propio de los paisajes Kársticos. En los segundos, aunque también ha dado lugar a un terreno de difícil conformación, las formas son más suaves, manifestándose con frecuencia en conjuntos de colinas, con laderas muy en pendiente pero no insalvables.
El comportamiento de los suelos también es diferente. Los suelos calizos, cuando existen, son de escasa potencia y por lo general bastante pobres; mientras que los silíceos, impermeables al contrario que los anteriores, presentan una mayor potencia gracias a la alteración de la roca madre, si bien no son de gran calidad.
Hay que apuntar cómo esta superposición de materiales carbonatados y silíceos es una constante en la zona, circunstancia que es especialmente detectable en su área occidental -Sierra Almijara-, pues en la oriental puede hablarse de dos conjuntos donde se aprecia un claro predominio de uno u otro material: los calizos en Sierra Lujar y los silíceos en La Contraviesa.
Pero junto a la preeminencia de la montaña el otro gran elemento definitorio son las llanuras costeras. Ocupan un espacio mucho menor, siendo sólo destacable dos de las situadas en la parte occidental. Nos referimos a las desarrolladas en la desembocadura de los ríos Verde y Seco, en cuyo centro se encuentra Almuñécar; y en su tramo final por el Guadalfeo, donde se ubican Salobreña y Motril.
La formación de estas llanuras ha seguido en todos los casos unas pautas similares. Se han generado durante el Cuaternario a partir de los aportes sedimentarios procedentes de los conjuntos montañosos del interior. Éste ha sido un proceso constante, aunque no lineal, al haberse visto sujeto a distintos ritmos. A ello han contribuido tanto las alternancias climáticas como los movimientos eustáticos del mar, pero la mayor incidencia ha correspondido a la acción del hombre.
Así, la formación de estas llanuras se aceleró a partir del siglo XVI, como consecuencia de una progresiva degradación de la cubierta vegetal del interior6. Ésta obedeció a diversas causas directas, como la extensión de la agricultura extensiva o las talas masivas para la industria de la caña de azúcar, pero explicables dentro del nuevo marco de relaciones generadas tras la conquista. Es en la llanura, o en los piedemontes que la bordean, donde encontramos las mejores condiciones para el desarrollo de la agricultura, con relieves donde la pendiente no resulta excesiva y unos suelos más idóneos, formados por sedimentos cuaternarios (limos, areniscas, gravas...). No es extraño por tanto que, al menos desde la época antigua, hayan sido objeto de una ocupación más densa en comparación con la montaña, aunque esta relación ha variado notablemente de un periodo a otro. Al respecto, la situación actual supone una ruptura con el pasado, pues mientras se asiste a un proceso de masificación en torno a estas llanuras, que en general afecta a todo el litoral, muchas zonas del interior se encuentran afectadas por un rápido proceso de despoblamiento y pérdida de identidad.
Mapa geológico del sector del Rescate, Sierra de Cázulas y Sierra del Chaparral.
El clima.
El estudio pluviométrico de la zona presenta grandes variaciones en las precipitaciones anuales, que oscilan entre los 400 mm anuales de Almuñécar o Nerja a los 1000 mm de Arenas del Rey, Alcaucín o Alfarnate, siendo los meses de diciembre, enero y marzo los más lluviosos y el más seco, julio.
En cuanto a las temperaturas se distinguen tres zonas. La primera, de influencia marina, que incluye no sólo a Nerja y Almuñecar, sino también a municipios como Otívar, en donde las temperaturas pueden oscilar entre los 4 y 30 grados. La segunda zona sería propia de sierra con temperaturas que van de los cero a los 22 grados, y el tercer área corresponde a las Tierras de Alhama donde pueden variar entre los -3,1 grados a los cuarenta en verano.
En la parte baja de la Cordillera litoral, el clima del que disfrutamos es básicamente Mediterráneo, de suaves inviernos y cálidos veranos; de lluvias torrenciales ocasionales, que coinciden con los equinoccios. La singularidad del clima de esta región la proporciona su situación geográfica. Protegida de los frío vientos al norte por las Sierras de Alhama, de Tejeda y de Almijara, su latitud subtropical es uno de los motivos fundamentales por los que disfruta de unas 3.000 horas de sol al año.
La influencia del Mediterráneo en las temperaturas hace que no varíen en demasía, ya sea la ambiental o la del agua marina, ambas son agradables durante todo el año.
Hay tres tipos de clima, aunque no hay muchas variaciones entre ellos. La zona costera goza de un clima excepcional con una temperatura media de 10º C. en enero y de 25º C en el mes de agosto. En los valles interiores, el clima es algo distinto, los inviernos son más fríos y los veranos más calurosos. Las poblaciones que están por encima de los 900 metros de altitud tienen inviernos más fríos y los veranos son un poco menos cálidos que en la Costa.
La Sierra de Cázulas con los picos nevados, en una situación normal de invierno.
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